Porque todos vivimos Vidas Entre Líneas: las de un contrato, las de la portada de un periódico, las de la cartilla del paro o las de un buen (o mal) libro.
lunes, 30 de septiembre de 2013
SILENCIO
Silencio. Nada se mueve, nada respira, solo una pequeña esfera, inerte, inmóvil, se divisa en mitad del oscuro tapiz. Lentamente la imagen aumenta, poco a poco divisas grietas en el cuerpo redondeado y cristalino.
Un sonido, leve al principio, ensordecedor al cabo de unos segundos; de nuevo silencio. La esfera ha estallado. No queda nada. Estás solo, está oscuro. Hace frío; tienes miedo. Lloras, una lágrima resbala por tu mejilla humedeciéndola casi imperceptiblemente, se escurre por la comisura de tus labios y cae, salta al infinito. De pronto una luz. Te ciega. La temperatura aumenta rápidamente, sientes como se secan tus globos oculares, el dolor es casi indescriptible cuando empiezan a resquebrajarse. Gritas y la oscuridad absorbe tu voz. Vuelves a gritar, nada, no se escucha nada. De pronto un crujido, tus ojos han cedido; en su lugar quedan dos cuencas vacías y oscuras. Hace frío otra vez, es lo único que sientes. Te mueves, das vueltas de forma lenta y tediosa. Un sonido, lejano, apenas audible. Parece el eco del viento que rebota en las paredes de unas montañas. Algo toca tu piel. Es agua, resbala por todo tu cuerpo y entra por tu boca, humedeciendo tus labios secos y calmando tu sed. De repente te encuentras mareado, algo se retuerce en tu interior. Te duele, no puedes soportarlo y te desmayas. Tu cuerpo inerte se rompe y desaparece.
Silencio. Nada se mueve, nada respira, solo una pequeña esfera, inerte, inmóvil, se divisa en mitad del oscuro tapiz.
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