lunes, 16 de septiembre de 2013

EL OTRO



Allí, sentada en el suelo con la espalda apoyada en el sofá y la mirada vuelta hacia una ventana que no veía, ella pensaba en Él Otro. Cuando todo parecía ir bien y creía haberlo dejado atrás, El Otro siempre acababa regresando a sus pensamientos. A veces se pregunta si sería así toda su vida…La puerta principal se abrió y su compañero entró en la sala, sonriente como siempre. Verle volvió a hacerla pensar si era justo estar con el. No se movió ni le saludo, solo le miró acercarse al aparato de música, meter un CD y darle al play. Las suaves notas del piano de Satie bañaron la sala mientras el se acercaba a ella hasta arrodillarse justo enfrente. Una mano fuerte pero gentil acaricio su mejilla, apartándole el pelo de la cara y sus ojos se encontraron. El Otro seguía en su mente, pero sus labios le besaron a él. Comenzó como un beso tímido pero pronto se convirtió en un torrente apasionado. Sus cuerpos se entrelazaron en un abrazo frenético mientras los labios de su compañero acariciaban su cuello y sus manos desabrochaban la cremallera de su vestido. Ella sintió un leve mordisco al tiempo que soltaba la coleta de su compañero, dejando que sus melenas les envolviesen y se entrelazaran, como un baile de azabache y fuego.


La parte superior de su vestido se deslizó por sus hombros, dejando sus pechos al descubriendo. El se quitó la camiseta y volvió a besarla, mientras sus manos se deslizaban por sus muslos, bajo su falda hasta llegar a sus bragas, que se perdieron en la otra punta de la habitación antes de que se diera cuenta. Ella se afanaba en desabrochar sus vaqueros y dejar al descubierto su miembro, erecto y palpitante. Lo acarició, le gustaba sentirlo en las manos, le gustaba sentir el calor y ver el deseo de su compañero reflejado en sus ojos. En esta situación le recordaba un poco a El Otro. Sus piernas le rodearon la cintura y sus brazos se enlazaron en su cuello mientras sus labios parecían querer fundirse en una sola entidad. Ella se dejó caer hacia un lado, apoyando la espalda en el suelo y dejando que el se recostara sobre ella. Los labios de su compañero se separaron de los suyos y comenzaron a descender por su piel. Apenas la acariciaban, casi sin rozarla fueron dibujando el contorno de su cuello, de su hombro y se abrieron camino hacia sus pechos. Por primera vez la lengua de su compañero se escapó de su boca y jugó con sus pezones, dibujando círculos alrededor de ellos, acariciándolos suavemente, con calma. Sus labios se cerraron sobre uno de ellos y los dientes del muchacho los rozaron tímidamente. No se entretuvo demasiado y siguió su camino, deslizando sus labios por su vientre y dejando besos aquí y allí hasta que ella pudo sentir su aliento en la entrepierna. Ella lo deseaba, deseaba sentir su lengua contra su sexo, pero el no tenía prisa. Dejó escapar un suave y cálido soplido y el roce del aire fue suficiente para hacerla gemir y que sus labios se abriesen. El la miraba fijamente desde su posición, con la cabeza entre sus piernas y cuando creyó que era menos esperado, dejó que su lengua acariciase por completo su entrepierna: lo hizo muy lentamente, recreándose en cada milímetro de piel y sintió como su cuerpo se estremecía. Su compañero repitió la operación, esta vez más deprisa y después apretó ligeramente sus labios contra su sexo, dejando que su lengua dibujase círculos alrededor de su clítoris, hasta que sintió como se hinchaba y entonces lo acarició directamente con la punta de su lengua: una vez y otra y otra y de pronto a una velocidad vertiginosa. Ella gemía de placer mientras su mano sujetaba la cabeza de su compañero, entrelazándose en la negra melena del hombre.

No podía esperar mas, tiró de el y le obligó a subir hasta ponerse a su altura y alzando las caderas reclamó su unión. Un pequeño charco de un líquido transparente y ligeramente pegajoso entre sus piernas evidenciaba su excitación y el pene de su compañero no encontró resistencia para entrar, para invadir los salones de su carne y en ese momento, también de su alma. Ya no pensaba en El Otro, pensaba en el hombre que tenía delante, en el hombre que la embestía con tanta fuerza como dulzura, en el hombre que la miraba con tanto deseo como amor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no necesitaba a El Otro. Solo lo necesitaba a el, siempre lo necesitaría a el. Con un movimiento de cadera cambió de posición, colocándose encima. Quería sentir el cuerpo del hombre bajo sus manos, quería sentir cómo se entregaba y se dejaba guiar. Ella movía sus caderas y el sujetaba su trasero con ambas manos, mientras sus dientes jugaban a dejar marcas en su cuello. El se incorporó y los dos quedaron sentados, con sus miembros unidos, mirándose el uno al otro mientras cada movimiento parecía arrancarles la vida en gemidos. El tiempo siguió parando y ellos siguieron explorando posturas, momentos, sensaciones. El sol se ocultaba en el horizonte cuando sus cuerpos llegaron al límite y él se dejó morir dentro de ella. El día se había ido para siempre, como sus pensamientos por El Otro y la luna, tímida, se asomaba en su lugar, ofreciendo una perspectiva mucho más hermosa. Igual que su compañero, que ahora la miraba entre respiraciones entrecortadas y comenzaba a besarla en el cuello de nuevo.

- Victoria – susurró El.

Ella le calló con un beso mientras su mano descendía por su cuerpo, parece que también perderían el resto de la noche…


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